«Le dijo Jesús: ‘Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme.'» (Juan, 21.22)
En las comunidades de trabajo cristiano, a menudo observamos a compañeros preocupados por las tareas asignadas a otros compañeros de lucha.
Sin embargo, es justo examinar cómo mejorarían las cosas en el mundo si cada persona se enfocara en sus propias responsabilidades, deberes comunes, con perfección y sinceridad.
¿Ha sido llamado alguno de nuestros amigos para deberes diferentes? Confórtalo con comprensión legítima.
A veces, uno de ellos parece haber cambiado a nuestros ojos. Hay cooperadores que lo acusan. Muchos lo consideran portador de peligrosas tentaciones. Comentarios y juicios se apresuran.
¿Pero quién penetrará en el campo de las causas? ¿Estamos en la elevada condición de aquel que puede analizar un evento desde todos los ángulos? Tal vez lo que parece una caída o deserción pueda representar nuevas resoluciones de Jesús con respecto a la redención del amigo que ahora parece distante.
El Buen Pastor permanece vigilante. Prometió que ninguna de las ovejas confiadas a Él por el Padre se perderá.
Por lo tanto, es esencial que atendamos perfectamente a los deberes asignados. Cada uno debe conocer sus propias obligaciones.
En este patrón de conocimiento y actitud, siempre hay mucho trabajo noble por hacer.
Si un hermano parece haberse desviado a tus ojos mortales, haz lo posible por prestar atención a las palabras de Jesús al pescador de Cafarnaúm: «¿Qué te importa a ti? Tú sígueme.»